domingo, 27 de septiembre de 2009

Hoja de Vida - NÚMERO 16 - Revista Virtual de Poesía

Tupacamarú. Miguel O Menassa

Escuela de Poesía Grupo Cero
Director: Miguel Oscar Menassa
HOJA DE VIDA - Revista virtual de poesía -
Taller de los domingos a las 17.00h.Alcalá de Henares
NÚMERO 15. Domingo 20-09-2009
Coordinador: Carlos Fernández del Ganso


Buscabamos el sol. Miguel O. Menassa


EN BUSCA DE LA VIDA

Buscando la vida
has paseado por tu cuerpo
como un huracán.

Dejaste el escalofrío
de aquella madrugada remota
que todavía, no he podido olvidar.

La bruma consumió el corazón
que caía como una alondra
sin rumbo fijo, devorada por la tierra,
vagando en los trozos de tu piel
como si fuera el amor,
el amor solo de tu amor.

Tuve sedienta la boca.

Viendo volver tu ausencia
recogí mis cosas
con el verbo invadido
por tantas tormentas.

Decidí vivir la vida intensamente
y me olvidé del centro de tu alma…

Mónica López Bordón.


Cruces de los oscuro. Miguel O. Menassa

ALGUIEN ENTRA

Alguien entra en mi alma
desordenando en anfibios sueños
el verdín de mi garganta.

Un viento helado clava
las briznas de cristal en los párpados morados.
Afila sus bordes sobre la herida
y desgarra la mitad de mí.
Esparrama los pedacitos
en su charca de lodo
hasta destruir el perfil de la nada.

Alguien entra a verificar si el vértigo
es causa del dolor,
o si el astro sale cada día a espiar
la trampa que detiene el temblor del silencio.

Alguien entra y dispone mi epitafio
con la ceguera de quien no tiene
el fervor en los labios,
sabe que mi dolor está enquistado
y lo revuelve con sus dedos hasta sentir el hedor,
hasta sentir el hastío de la ciénaga de mi muerte.

Carmen Ortigosa Martín

Si me vieras. Miguel O Menassa

M E M O R I A


Noches de luna oscura
ocultan cadáveres en las cunetas.
Barcas ociosas,
que el estío espera,
entre corrientes de juncos teñidos de rojo.

Muros que ahora respiran silencio y quietud,
todavía guardan el aroma de la pólvora.

Tan solo un mirlo estremece el aire con su canto.

La conciencia de los hombres huye,
almas que lloran al poeta asesinado,
y la patria, adoctrinada en hecatombes,
madrastra avariciosa,
exige la sangre, el sudor, el semen de sus hijos.

Un halo de sombra encierra el día,
un cura que pierde la fe,
un político que cree en el demonio,
unos hombres temblorosos, mojigatos,
empuñan sus armas,
tributarias del odio,
asesinan al poeta en vida.

Lo miran a los ojos
y una fría escarcha recorre sus espaldas,
una soledad herida penetra en su sangre,
un pavor convulso rechina entre sus dientes,
y el poeta les dice:

“Ahí os dejo mis versos
sombra del amor que en mí existe,
goce de risas verdes,
fácil resulta la muerte,
para vivir, se necesita valor,
algún día miren donde miren los ojos,
sólo encontraran,
la memoria de la muerte”.

Vicente Prada Gómez



El ser de lo oculto. Miguel O Menassa

EN MEDIO DE UN NAUFRAGIO

Tiemblan, traspasadas de horizonte
palabras desnudas de cuerpo
en un baile de tibia conspiración.

Se diluye mi boca,
precipitada en noches de viento blanco.

Tu nombre, se escribe con el aliento
de unas caderas desatadas
y el latido de un a mirada demorada.

Sobre mi piel,
un vértigo de cristales rotos,
un amanecer secreto
y caricias quebradas en
una historia arrebatada
a las raíces de la sangre
en medio de un naufragio.

Soledad Caballero Castro

El viejo y el mar. Miguel O Menassa

LA VERDAD DE LOS NIÑOS


¿cuántas veces olisqueé como un animal curioso
el olor de su sudor fresco y denso y puro y el otro
oscuro y sin mezcla?

la más pura verdad de un niño:
-¡es el cambio!-
un continuo de lo posible en pleno progreso
¡una manifestación metafísica en la que no cuenta
lo que falta… sino lo que es!

la piel de un niño no se estira
sobre los huesos por los alambres
de las arrugas
un niño no pierde su tiempo
en la grotesca postura
de un Cristo
no intenta crucificarse a sí mismo
empeñado en plantar todos los clavos
con sus propias manitas
¡sin ayuda de nadie eso no es posible!
¿cómo hacerlo con el último clavo?

Piort Rzany

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Hoja de Vida - NÚMERO 15 - Revista Virtual de Poesía

Tupacamaru. Miguel Oscar Menassa



Escuela de Poesía Grupo Cero
Director: Miguel Oscar Menassa
HOJA DE VIDA - Revista virtual de poesía -
Taller de los domingos a las 17.00h.Alcalá de Henares
NÚMERO 15. Domingo 13-09-2009
Coordinador: Carlos Fernández del Ganso





Pájaros de Sal. Miguel Oscar Menassa


HAY UNA NOCHE, UN TIEMPO HUECO, SIN TESTIGOS


Caen de los ojos lágrimas que se curvan en las mejillas,
llegan arqueadas por el viento de la noche
y las palabras susurradas sin testigos.

Esta vez escribir reconcilia sangre y versos,
aleja fantasmas y amanece. Amanecemos todos de nuevo,
despiertos, latiendo sin buscar nombres o instantes.

Ya habíamos paseado nuestras sombras con templanza,
habíamos arriesgado incluso la hermosura de una ola
besando los labios de sus rocas, hechos al aire.

El tiempo pasa y no pasa, tiene sus propias variaciones
dependiendo de la resurrección de los cuerpos y sus patrias.

Y en este pasar, mientras escribo, escucho a una bandada
de pájaros trinar, beso con los ojos entreabiertos
la pasión que se ha vuelto mirada.

Estamos cerca, cada vez más cerca de vencer las distancias
aunque sea en este minucioso y pequeño trozo de papel.


Mónica López Bordón


Sólo le falta hablar. Miguel Oscar Menassa


UN AQUÍ REVISADO


un dolor inconsciente
e ignorado ¿es dolor?

estos vasos son tacaños y moralistas
¿no te parece?
tienen un borde para prescribirme
cuánto puedo beber
¡miserables!

cuando yace en el fondo de un vaso
y el hielo se entibia
la belleza es algo vulgar
como un edificio
que intenta a girarse
cuando paso por delante de él

hombres con cerebro de periódico
alma de televisión
e ideales de secundaria
en sus horas sin sueño
pero no de insomnio
ni de escasez de ideas
sino de abundancia
unos se rapan incluso el cráneo
para olvidar
otros hacen crucigramas
la verdad que no tienen
una sonrisa fea
hombres de todos los azares
materia en estado bruto

¡ah!
¡qué hermosos silencios!
a veces perduran durante
toda una vida
otros nos acompañan
durante unos segundos
un día
un mes
o un año

Piotr Rzany

Lejanías. Miguel Oscar Menassa


EN VANO TRATAS DE EVADIRTE


Te escribo estos versos con nerviosa mano,
temblor de una lágrima que encontré en un libro olvidado,
petril de piedra,
fuente dormida,
aroma de albahaca sobre tu piel.

Trémula roja llama,
ocaso radiante,
quisiera besar la amarga rosa de tus labios.

¿Dónde estás triste noctámbula?
me pregunto mientras busco tu canto embrujado.

Heme aquí, perdido en el frío tiempo de lo humano,
solo como un barco en alta mar,
abrigado del recuerdo de tus ojos azabache, brillo intenso,
de tu cabellera desatada,
a los vientos del sur.

Te hablan de mí las palomas dormidas sobre un lamento.
Te hablan de mí los ríos, las montañas,
los faros en la niebla,
el miedo y el vacío,
las fatigas lejanas,
las banderas de la muerte,
los emblemas del azar.

Estoy sentada en el rincón más profundo de tu mirada,
me respondió una voz a mis espaldas.
Si tú murieras, perdería el camino,
el amor, se quebraría en una herida;
atleta de la palabra,
corta todas las amarras,
rompe todas las cadenas,
¡levántate y anda!.


Vicente Prada Gómez.




Muecas de Luz. Miguel Oscar Menassa


PERDIDA DISTANCIA

Sabes que estoy prendida del requiebro de tu nombre,

cuando distancio una hora de sus lentos minutos,
de la mirada hambrienta del pensamiento.
Entonces arrancas de mi vientre los hijos muertos,
mientras el horizonte se viste de violetas y púrpuras
para asistir al destierro.

El inquilino se aparta una milésima,
deja pasar el encuentro y aplaude el final de la queja.
Nos perdemos en las curvas
que envuelven las caricias
retando al rebaño a ignorar los perros.
Nos vamos meciendo en torrentes de aguas
despojando el alma de misterios.

El mundo se mueve un instante
mientras lavo la herida en una fuente clara.
Pongo el amor por testigo
y empiezo otra partida,
sabiendo que es perdida,
acecha la muerte.



Carmen Ortigosa Martín


La cárcel de los días por pasar. Miguel Oscar Menassa

DE LA MANO DEL VIENTO


Un viento de viejas plegarias
pasea entre ramas desplegadas de horizonte,
interrogando a la muerte entre las sombras.

Las horas se gastan,
la voz se pierde después del sueño,
y el olvido se abre a la historia de unos labios
sabor cristal amanecer,
buscando enredarse en sábanas
desnudas de orillas.

Unos cuerpos amanecen varados
en la quietud azul del crepúsculo.

Se abre el vuelo en el llanto de la noche
atando versos de muda eternidad
entre mano y cuerpo.


El aliento se hace cómplice de cicatrices
que cautivas en aquél vientre desierto de piel
quieren conquistar la mirada
de las viejas raíces,
y seguir caminando, de la mano del viento.



Soledad Caballero Castro

domingo, 13 de septiembre de 2009

SE QUERÍAN - VICENTE ALEIXANDRE-

"El pescador y la sirena". Frederic Leighton

SE QUERÍAN
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
VICENTE ALEIXANDRE

viernes, 11 de septiembre de 2009

Grupo Cero en LA NOCHE EN BLANCO. 19 de Septiembre de 22:00 h a 05:00 h.



MARATÓN DE POESÍA, MÚSICA, PSICOANÁLISIS, TEATRO, CINE ..........

Poesía. TRABAJAR CANSA. Cesar Pavese


TRABAJAR CANSA

Los dos, tendidos sobre la hierba, vestidos, se mirana la cara

entre los tallos delgados: la mujer le muerde loscabellos
y después muerde la hierba. Entre la hierba, sonríe turbada.
Coge el hombre su mano delgada y la muerde
y se apoya en su cuerpo. Ella le echa, haciéndole dar tumbos.
La mitad de aquel prado queda, así, enmarañada.
La muchacha, sentada, se acicala el peinado
y no mira al compañero, tendido, con los ojos abiertos.

Los dos, ante una mesita, se miran a la cara
por la tarde y los transeúntes no cesan de pasar.
De vez en cuando, les distrae un color más alegre.
De vez en cuando, él piensa en el inútil día
de descanso, dilapidado en acosar a esa mujer
que es feliz al estar a su vera y mirarle a los ojos.
Si con su piel le toca la pierna, bien sabe
que mutuamente se envían miradas de sorpresa
y una sonrisa, y que la mujer es feliz. Otras mujeres que pasan
no le miran el rostro, pero esta noche por lo menos
se desnudarán con un hombre. O es que acaso lasmujeres
sólo aman a quien malgasta su tiempo por nada.

Se han perseguido todo el día y la mujer tiene aún la mejillas
enrojecidas por el sol. En su corazón le guardagratitud.
Ella recuerda un besazo rabioso intercambiado en un bosque,
interrumpido por un rumor de pasos, y que todavía le quema.
Estrecha consigo el verde ramillete -recogido de la roca
de una cueva- de hermoso adianto y envuelve a lcompañero

con una mirada embelesada. Él mira fijamente la maraña
de tallos negruzcos entre el verde tembloroso
y vuelve a asaltarle el deseo de otra maraña
-presentida en el regazo del vestido claro-
y la mujer no lo advierte. Ni siquiera la violencia
le sirve, porque la muchacha, que le ama, contiene
cada asalto con un beso y le coge las manos.

Pero esta noche, una vez la haya dejado, sabe dónde irá:
volverá a casa, atolondrado y derrengado,
pero saboreará por lo menos en el cuerpo saciado
la dulzura del sueño sobre el lecho desierto.
Solamente -y esta será su venganza- se imaginará
que aquel cuerpo de mujer que hará suyo
será, lujurioso y sin pudor alguno, el de ella.

Cesar Pavese 1908-1950
Versión de Carles José i Solsora