Escuela de Poesía Grupo Cero
Director: Miguel Oscar Menassa
HOJA DE VIDA - Revista virtual de poesía -
Taller de los domingos a las 17.00h.
Alcalá de Henares
NÚMERO 30. Domingo 24-1-2010
Coordinador: Carlos Fernández del Ganso
Director: Miguel Oscar Menassa
HOJA DE VIDA - Revista virtual de poesía -
Taller de los domingos a las 17.00h.
Alcalá de Henares
NÚMERO 30. Domingo 24-1-2010
Coordinador: Carlos Fernández del Ganso
Abrazo del Viento. Miguel O. Menassa
TRAEDME UNA HORA QUE VIVIR
Traedme una hora que vivir
y será ese encuentro decoroso
con el tiempo sin sus letras
sin su tiempo alumbrado
en la conversación
de la página en blanco
abierta, humana, desnuda,
ligera, en sus propios límites.
Traedme una hora que vivir
y volaré en el poema
como paloma de alas infinitas
ascendiendo al universo
en busca de alguna verdad.
Traedme mi cuerpo apasionado,
un beso mío que arda
en la piel entregada, embriagada
en tu boca de fuego.
Traedme una hora que vivir.
La viviré en la palabra
acariciada por los labios
en todas sus sílabas brotando
como el río que nace sin detenerse.
Una mujer mira al mundo
sin miedo
y le hace temblar.
Mónica López Bordón Agua Fresca. Miguel O. Menassa
HOMBRE QUE MIRA A TRAVÉS DE LAS SOMBRAS
TRAEDME UNA HORA QUE VIVIR
Traedme una hora que vivir
y será ese encuentro decoroso
con el tiempo sin sus letras
sin su tiempo alumbrado
en la conversación
de la página en blanco
abierta, humana, desnuda,
ligera, en sus propios límites.
Traedme una hora que vivir
y volaré en el poema
como paloma de alas infinitas
ascendiendo al universo
en busca de alguna verdad.
Traedme mi cuerpo apasionado,
un beso mío que arda
en la piel entregada, embriagada
en tu boca de fuego.
Traedme una hora que vivir.
La viviré en la palabra
acariciada por los labios
en todas sus sílabas brotando
como el río que nace sin detenerse.
Una mujer mira al mundo
sin miedo
y le hace temblar.
Mónica López Bordón Agua Fresca. Miguel O. Menassa
HOMBRE QUE MIRA A TRAVÉS DE LAS SOMBRAS
I
Como querría una suerte distinta para unas palabras
hundidas en los abismos submarinos.
Como querría desatar la confusión del crepúsculo
y recorrer palmo a palmo
los márgenes del río
para redimir los silencios
que descifran la condición humana.
Me cuesta, me cuesta como no puedes imaginar
descubrir el rumor de los hombres,
los inacabables tentáculos
que emergen de sus miradas
para explicar el sobresalto y el desorden.
Me cuesta nombrar los árboles de raíces profundas,
la pequeñez de tu asombro,
la fatiga que mueve las caídas
el veneno de las alturas,
el futuro y la ironía.
Como querría que este dolor insostenible,
apagara mi rabia,
que esta espesura de aire maldito,
abandonara mis pulmones,
que la muerte, por una vez, perdiera su asténica
puntualidad
y vaciara de acidez mi corazón,
como querría…
que no me costara…
¡nada!.
Vicente Prada Gómez
Amores de invierno. Miguel O. Menassahundidas en los abismos submarinos.
Como querría desatar la confusión del crepúsculo
y recorrer palmo a palmo
los márgenes del río
para redimir los silencios
que descifran la condición humana.
Me cuesta, me cuesta como no puedes imaginar
descubrir el rumor de los hombres,
los inacabables tentáculos
que emergen de sus miradas
para explicar el sobresalto y el desorden.
Me cuesta nombrar los árboles de raíces profundas,
la pequeñez de tu asombro,
la fatiga que mueve las caídas
el veneno de las alturas,
el futuro y la ironía.
Como querría que este dolor insostenible,
apagara mi rabia,
que esta espesura de aire maldito,
abandonara mis pulmones,
que la muerte, por una vez, perdiera su asténica
puntualidad
y vaciara de acidez mi corazón,
como querría…
que no me costara…
¡nada!.
Vicente Prada Gómez
¡AY! ¿ES UN DOLOR?
El silencio espeso anda por las callejas,
el dolor como anacoreta consumido en ardor,
da un paso y otro, y… ¡ay!.
Se agita el aire allí donde el corazón atravesado de una palabra,
palpita y se balancea amenazando salir del pecho,
en una despedida que no deja ir tras el sonido de campanas.
Otro paso más, y…. ¡ay!
Y ahora ¿Quién pasa?
Por donde se ha filtrado esa vena que no lleva sangre,
que rueda hacia la muerte entre las piernas gangrenadas.
Llega el olor a podrido de quien no puede sostener el alarido de la pena.
¿Quien enjugara el salitre del llanto?
cuando baja en desbandada hacia la tierra,
arrastrando las memorias de un cuerpo,
que quemo sus ojos en el abismo del nacimiento.
Duerme, duerme dolor acurrucado en el tiempo del perdón,
no despiertes los hijos de la ira,
acuérdate que necesitaste tantos golpes de amor como de odio,
para batir las alas y poner en medio del tiempo un compás de espera.
Carmen Ortigosa Martín Cenando en casa. Miguel O. Menassa
HURACANES DE SEPULCROS
La ciudad amanece con el silencio
de los pasos dormidos,
envuelta en cuerpos heridos de amargura.
Levanto la mirada,
el atardecer ha caído,
al descubierto queda una piel deshabitada de palabras
batiéndose en duelo con el tiempo,
conjurando conspiraciones
en el jardín prohibido del silencio.
Hay ocasiones en las que una lágrima
humedece el sueño
con el aroma de los recuerdos.
Huracanes de sepulcros languidecen
en esta soledad desnuda,
traspasada
por la herida de la pasión,
tocada por la angustia que acaricia las raíces agrietadas,
con el miedo a vivir,
tatuado en el olvido.
Soledad Caballero Castro
Dentro del corazón. Miguel O. Menassa
NO TAN LEJANO
Su sonrisa no guardaba relación con ese rostro ajado,
ese cuerpo famélico y los pies destrozados.
Pero daba lo mismo, la sonrisa se jactaba de no huir
a otros mundos más acomodados
La anciana venia calle abajo,
a velocidad de vértigo.
En una mano un libro de lágrimas llenas de canciones futuras.
En la otra solo un surco, el profundo surco
que atraviesa desde su palma
hasta el corazón del prójimo.
Y que marca el paso de los años no andados.
Su llanto era calmo, su mirada vaporosa.
Pero cuando hablaba los pájaros detenían su vuelo
Para no ser derribados por palabras de sentencia.
Cuando por fin acertó con la cerradura todo se vino abajo,
tan solo ella quedó flotando en el espacio
con una llave en la mano. Con una llave en la mano
abrió el almacén de estrellas, y las engulló todas
para que hubiese tan solo eso.
Una anciana con una llave en la mano
Francisco Javier Rueda Diago
Entredicho. Miguel O. Menassa
SIEMPRE HUÉRFANO DE TUS LABIOS
veo trazarse el ave en vuelo
de otros labios
una hiedra menuda tiende un puente
de boca a boca
respiro y sigo el ritual cotidiano
de lo olvidable
en la mente surgen conjuntos
de palabras
avanzan en escalofrío sobre una pista
de ceniza
se anudan a mi garganta mientras mi cuello
en flor ondea
y en mis dedos se prende
la humedad
siempre con el mismo aire
de perdonavidas
huérfano enlabio tu nombre desalmado
en ausencia de otro
Piotr Rzany
veo trazarse el ave en vuelo
de otros labios
una hiedra menuda tiende un puente
de boca a boca
respiro y sigo el ritual cotidiano
de lo olvidable
en la mente surgen conjuntos
de palabras
avanzan en escalofrío sobre una pista
de ceniza
se anudan a mi garganta mientras mi cuello
en flor ondea
y en mis dedos se prende
la humedad
siempre con el mismo aire
de perdonavidas
huérfano enlabio tu nombre desalmado
en ausencia de otro
Piotr Rzany
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