lunes, 19 de enero de 2009

"Las tres edades de la vida". Gustav Klimt



Arde en las cosas un terror antiguo, un profundo y secreto soplo,un ácido orgulloso y sombrío que llena las piedras de grandesagujeros,y torna crueles las húmedas manzanas, los árboles que el solconsagró;las lluvias entretejidas a los largos cabellos, con salvajes perfumesy su blanda y ondeante música;los ropajes y los vanos objetos; la tierna madera dolorosa en lostensos violinesy honrada y sumisa en la paciente mesa, en el infausto ataúd,a cuyo alrededor los ángeles impasibles y justos se reúnen arecoger su parte de muerte;las frutas de yeso y la íntima lámpara donde el atardecer secondensa,y los vestidos caen como un seco follaje a los pies de la mujerdesnudándose,abriéndose en quietos círculos en torno a sus tobillos, como unespeso estanquesobre el que la noche flamea y se ahonda, recogiendo ese cuerpomelodioso,arrastrando las sombras tras los cristales y los sueños tras lossemblantes dormidos;en tanto, junto a la tibia habitación, el desolado viento plañe bajolas hojas de la hiedra.
¡Oh Tiempo! ¡Oh, enredadera pálida! ¡Oh, sagrada fatiga devivir...!¡Oh, estéril lumbre que en mi carne luchas! Tus puras hebrastrepan por mis huesos,envolviendo mis vértebras tu espuma de suave ondular.Y así, a través de los rostros apacibles, del invariable giro del verano,a través de los muebles inmóviles y mansos, de las canciones dealegre esplendor,todo habla al absorto e indefenso testigo, a las postreras sombrastrepadoras,de su incierta partida, de las manos transformándose en lagramilla estival.Entonces mi corazón lleno de idolatría se despierta temblando,como el que sueña que la sombra entra en él y su adorable carnese licúaa un son lento y dulzón, poblado de flotantes animales y neblinas,y pasa la yema de los dedos por sus cejas, comprueba de nuevosus labios y mira una vez más sus desiertas rodillas,acariciando en torno sus riquezas, sin penetrar su secreto,mientras corren los grandes días sobre la tierra inmutable.


ENRIQUE MOLINA.

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